En época de la dinastía IV, se esculpió en la meseta de Gizeh un increíble monumento: la Gran Esfinge. Se atribuye al rey Kefrén, aunque algunos autores creen que es obra de Keops, artífice de la Gran Pirámide.
Cuerpo de león y cabeza humana. Este extraño ser híbrido, al que conocemos con el término de esfinge, de origen griego, es uno de los más llamativos del arte egipcio. Los antiguos egipcios lo denominaban Shesep-ankh, «imagen viviente», nombre que daban a las estatuas reales
Es muy probable, pues, que la imagen de la esfinge surgiera en la mente de los egipcios como una manera de fundir la belleza y la ferocidad del león con la sabiduría del rey. (Foto exclusiva jordiweb)
Cómo es posible que estructuras tan complejas como las pirámides de Egipto hayan sido edificadas cerca del 2.700 Antes de Cristo cuando aún no se contaba con ningún tipo de maquinaria? Ésta y otras interrogantes han tenido intrigados a científicos e historiadores por largos años, dando paso a todo tipo de teorías. Una de ellas, proveniente de algunos osados investigadores, sostiene que es probable que haya habido una intervención extraterrestre en este tipo de construcciones dado el alto nivel de ingeniería que alcanzaron en épocas donde recién se estaban utilizando los metales.
La cuestión es que hoy día ya no están en pleno desierto sino rodeadas de humildes viviendas de los suburbios de Guiza (Gizeh a pocos kilómetros del El Cairo.
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